27 mayo, 2010

Jueves 27 de mayo de 2010. Mc 10, 46 GL

Bartimeo llamó a Jesús por su nombre, además le dijo hijo de David. Reconocer a Jesús como hijo de David es reconocer su linaje real ¿cómo pudo un limosnero ciego saber esto? Seguramente escuchaba a la muchedumbre que pasaba por allí y por eso supo que Jesús pertenecía a aquella estirpe. Igual es la fe, cree sin ver, cree escuchando y termina creyendo.

Aquel ciego, que era muy conocido —puesto que el evangelista escribe su nombre y el de su padre—, creyó sin ver y fuer curado por la proclamación de su fe, pero ¿por qué Jesús le pregunta «qué quieres que haga por ti»?

Dice San Beda. «¿Podía acaso ignorar lo que quería el ciego Aquél que podía dar la vista? Pero lo interroga para que pida, para que se entregue de corazón a la oración.».

Somos como Bartimeo, estamos ciegos al mundo sobrenatural y a Dios y sólo podemos saber que está allí porque podemos escuchar a la creación. La creación proclama las grandezas de Dios y por medio de ella podemos reconocer al creador. Luego, sabiendo que el mundo y nuestra existencia no se limitan a este universo, podemos acercarnos a Dios para que nos cure de nuestra ceguera.

¿Qué quiero que hagas por mí, Jesús? Quiero ver… deseo pensar en todo momento en ti, saber que estás aquí con nosotros. Quiero vivir la Consagración a María, quiero… ser santo (en este momento escucho una voz que me dice: «Muy bien, tu fe te salvará… sigue intentándolo»).

Todo por la Inmaculada, nada sin ella.

Gabriel López

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