04 mayo, 2010

Martes 4 de mayo de 2010. Jn 14, 27-31 GL

Jesús nos sólo nos deja la paz sino que también nos la da. Dar algo des dejarlo en propiedad, por lo tanto los discípulos son depositarios de la paz de Dios y pueden distribuirla entre los demás. La Iglesia tiene la potestad para dejar y dar la paz a cada uno de los hombres. ¿Tienes la paz de Cristo? Seguro que sí. Esta paz se anida en el corazón y penetra las almas. Esta paz verdaderamente llega al hombre, no como la paz del mundo que calma por un instante las angustias pero no deja más que nuevas inquietudes en el alma.

La paz del mundo es como las drogas: calma la ansiedad por un instante, pero luego todo es peor que antes de consumirla.

La paz de Jesús es una paz con esperanza. Quien recibe la paz de Cristo, por medio de la Iglesia, tiene la esperanza de la vida eterna, la esperanza de la resurrección y la esperanza del perdón de los pecados. Es por esta razón que el mundo jamás podrá dar la paz de Dios porque jamás podrá perdonar los pecados, ni dar la vida eterna, ni mucho menos podrá resucitar a los muertos.

La Virgencita sí que vivió la paz de Dios. Todo por Ella y nada sin Ella.

Gabriel López

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