24 noviembre, 2010

Miércoles, 24 de noviembre de 2010. Lc 21, 12-19

Habrá que comparecer ante reyes, ante quienes tienen el poder, ahí hay que dar testimonio ¿pero si no nos persiguen? ¿Si no nos aborrecen como el Señor lo anuncia? Entonces hay una falla, porque cada palabra de las Escrituras se cumple a cabalidad ¿Cuál será la falla? Pues nosotros, nuestro miedo, como lo dijo el padre en la homilía de hoy: en América no es que no haya persecución, sino que no hemos predicado a Cristo como debería de ser, no hemos dicho las cosas como son, no hemos actuado con radicalidad.

El sentido no es conseguir ser detestados por las personas, sino mostrar lo mejor posible a Cristo, que sus conciencias griten, que la santidad cuestione, pero bastante que nos falta, pues no hemos confiado en que Dios nos dará palabras ni sabiduría para hacer frente ¿Por qué? Porque todavía no le creemos a Cristo, no nos hemos dejado amar, no le hemos permitido a Jesús hacer con nosotros su voluntad.

Madre Inmaculada, discípula misionera, tu que te uniste en el martirio perfecto de tu hijo, que permitiste a Dios hacer su voluntad, danos amor profundo por Jesús, que no temamos a quienes nos harán quedar en ridículo, a quienes nos insulten y persigan, a quienes nos confronten, pues no debemos avergonzarnos de Quien nunca se avergonzó de morir por nosotros. Mamá sabes cuanto me he dejado llevar por el respeto humano, dame tu humildad y sabiduría, para agradar eternamente a Dios. Gracias de antemano por tu poderosa intercesión.

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