15 noviembre, 2010

Lunes, 15 de noviembre de 2010. Lc 18, 35-43

Aunque Bartimeo no podía ver, si escuchó de Jesús y utilizó su voz para llamarle, así nosotros debemos utilizar los dones que Dios nos da para buscarle, pues los que ahora no podemos ver, pronto el Señor nos los permitirá usar para glorificarle y seguirle.

Al reconocer a Cristo, el ciego recobra su vista y se deja cautivar por el Divino Amor, de tal manera, que cambia su vida, deja su condición de limosnero, porque ya encontró quien saciaba su corazón.

Mi Jesús, tu amor me ha cautivado, me ha devuelto la dignidad, ahora solo quiero dejarme amar, entregarte todo, salir de mi egoísmo, pues reconozco que lo único que me pertenece es lo que generosamente brindo a los demás, se que para conservar tu amor debo trasmitirlo, darlo.

¿QUIÉN COMO DIOS? ¡NADIE COMO DIOS!

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