26 noviembre, 2010

Viernes, 26 de noviembre de 2010. Lc 21, 29-33

Antes de que pasen los cristianos se cumplirán las palabras de Jesús, antes de que se acabe el mundo se cumplirán sus palabras. Esto nos reconforta y nos llena de esperanza, pues nos garantiza que en todo tiempo habrá católicos, aun en la persecución, aun en la prueba, aun cuando parezca primar la apostasía y el ateísmo.

No pasan sus divinas palabras, no pasa su amor, no pasa su sacrificio en la cruz, no pasa su nacimiento, sigue vigente, vivo y real, no deja de mirarnos con su misericordia, no deja de decirnos: “quien este cansado y agobiado que venga a mi”, “sin mí nada podéis hacer”, “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”.

Amado Jesús, permítenos renovar diariamente nuestro encuentro personal contigo en la Eucaristía, poder descubrir tu amor en quienes nos rodean, descubrir tu voluntad en los acontecimientos diarios, discernir los signos de los tiempos en unidad a María Sma. y a nuestra madre, la Iglesia.

Si buscamos tu Reino, todo lo demás viene por añadidura; por eso hoy quiero renovar mi sí incondicional, para que a través de la Inmaculada, tú vivas, ames, hables en mi, llegues a muchos, porque ésta sería mi mayor alegría y dignidad, porque así muchos creerían, porque así seria sierva inútil, haciendo lo que me corresponde hacer, cumpliendo el fin para el que me creaste, glorificandote desde ya para hacerlo eternamente.

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