30 noviembre, 2010

Martes 30 de noviembre 2010.

Evangelio según San Mateo 4,18-22.
Mientras caminaba a orillas del mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos: a Simón, llamado Pedro, y a su hermano Andrés, que echaban las redes al mar porque eran pescadores.
Entonces les dijo: "Síganme, y yo los haré pescadores de hombres".
Inmediatamente, ellos dejaron las redes y lo siguieron.
Continuando su camino, vio a otros dos hermanos: a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca con Zebedeo, su padre, arreglando las redes; y Jesús los llamó.
Inmediatamente, ellos dejaron la barca y a su padre, y lo siguieron.

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Jesús llama a dos pares de hermanos, Andrés y Pedro, Juan y Santiago. Todos eran pescadores, los primeros fueron llamados tirando las redes para pescar, los segundos fueron llamados arreglando las redes de pesca. Todos dejaron sus barcas y su labor para seguir a Jesús.

Unos han sido llamados para pescar hombres, otros han sido llamados para arreglar las redes de pesca desgastadas por el tiempo y por la labor. Los unos deben estar en la “infantería”, en la zona de batalla directa contra el enemigo, arrebatándole almas al mundo, al demonio y a la carne, los otros están llamados a permanecer en la retaguardia, lanzando flechas ardientes para debilitar a los infantes enemigos. Todos son igualmente importantes; si alguno falta o falla, el otro se verá afectado y todos perderán la batalla.

Y nosotros ¿en qué frente estamos? no importa en dónde, sino cómo lo estamos haciendo. No importa si nos llamaron a estar pescando o reparando las redes, lo que importa es que hagamos bien hecho lo que nos fue encomendado. María no estuvo al comienzo en la infantería, pero su labor como reparadora de las redes fue esencial. María debía, con sus oraciones, interceder constantemente por los que estaban pescando. María fue el soporte de los que tenían que enfrentarse directamente contra el mundo.

Hoy, La Inmaculada, sigue orando y militando por el Reino de Dios. Ahora ha convocado a miles de soldados para que se enfrenten al mal y salven muchas almas. María, nuestra capitana está a la espera de la respuesta de cada uno de nosotros para empuñar las armas y defender a Nuestro Señor.

Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.

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