12 noviembre, 2010

Viernes, 12 de noviembre de 2010. Lc 17, 26-37

¿Cómo nos encontrará el Señor en su venida? ¿Qué cosas nos están distrayendo en su espera? El problema no es en si mismo comer, casarse, comprar, sino que la dificultad radica cuando volvemos estas actividades cotidianas en un fin, que empiezan a distraer nuestra vida espiritual. De ahí la importancia de tener nuestra meta en el cielo y frecuentemente revisar si nos estamos apartando de ella, pues fácilmente nos vamos desviando por lo que vemos, por lo temporal.


“El que pretenda guardarse su vida la perderá; y el que la pierda la recobrará” por eso el que está en la azotea no debe bajar por sus cosas, pues su seguridad no puede estar puesta allí, ¿Por qué no orar? Mientras menos sea común en nosotros la oración, mas difícilmente pensaremos en recurrir a Dios en los momentos instantáneos de dificultad. Por eso es necesario cuidar el orden en la vida espiritual.


Santísima Virgen Inmaculada, Madre del Amor Hermoso, Maestra de la Oración, Reina del Cielo y de la Tierra, soy todo tuya, me consagro totalmente a ti y quiero perderme en tus brazos para tener la verdadera vida, enséñame a amar, a orar y a sufrir.

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