29 noviembre, 2010

Lunes, 29 de noviembre de 2010. Mt 8, 5-11

Al ver la fe del centurión, que no sólo cree en su poder sino que también le reconoce como Rey, como Señor, Jesús queda admirado y dice a quienes les rodeaban la fe que había visto en él. Hoy también nos pone como ejemplo los santos, nos pone a la Inmaculada, a san José y a todos los santos que han creído en Él, que confiaban infinitamente en su amor, que en el contexto particular y modo de vida singular supieron corresponderle y aceptar el llamado universal a la santidad.

Mi Señor, quiero que al conocerte y conocerme, te acepte humildemente, no por mis méritos sino por tu infinita misericordia, pues yo tampoco soy digna de que me mires, de que me escojas, de que me visites, de que María entre en mi casa, pero si es tu voluntad que así sea, si es tanto tu amor, quiero recibirte de la mejor manera posible, quiero someterme en la disciplina del amor, que me lleve a transformarme en ti, a inmolarme y a hacer lo que me pidas, no quiero negarte nada, porque tu que me has amado primero, no me has negado nada.

Santísima Virgen, camino fácil, corto, perfecto y seguro, has que nazca con Jesús y que llegue a la meta, a la cruz y a la resurrección final. Totus tuus.

¡Fe sin humildad no es fe!

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