10 noviembre, 2010

Agradecer a Dios


El Señor nos toca a la puerta y si le abrimos viene y cena con nosotros, nos sana, libera del pecado y nos lleva a una comunión con él y sin embargo muchas veces no damos la gratitud que Dios se merece.

El Señor nos pide un poco de gratitud y no porque él la necesite sino porque de esa forma la gloria queda manifestada en él y a la vez el testimonio se convierte en testimonio para otros, cuando agradecemos a Dios sus obras en nosotros, Él nos permite experimentar los gozos de dar ese mismo testimonio a otros pues de esa forma el leproso sanado y agradecido se convierte en testimonio para otros, además que el corazón se alegra y se une más plenamente con Dios.

El hombre sanado de lepra vino donde Jesús a agradecerle y cayó de rodillas, (imagino yo que lloró de emoción) y esto lo acercó con el verbo encanado. Quedó justificado, pues él su respuesta a Jesús es verdadera y honesta.

Tu fe te ha salvado, una fe que se ha manifestado en la obra de acercarse a Jesús y de agradecerle su obra en él, una fe que lo lleva a tener un encuentro personal con Cristo, pues luego de haber sido sanado ha venido para agradecer y allí tiene su encuentro personal con Dios, quien lo encamina y felicita por la gratitud mostrada.

Oh virgen inmaculada enséñame a tener gratitud con Dios por sus obras maravillosas en mi vida, enciende mi fe hasta la morada divina para contemplarlo y amarlo hasta el extremo. Señor que yo te ame y te siga sin miedo hasta donde tú quieres que yo vaya.

¡A ti madre querida, enséñanos a amar!
¡Ad Maiorem Dei Gloriam per María!

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