Las mujeres de madrugada van al sepulcro esperando hallar el cuerpo de Jesús, miran desde la naturaleza humana, ven lo terreno, necesitaban un anuncio de la esperanza, necesitaban unos mensajeros que les confirmaran lo que habían escuchado de Jesús; nosotros también actuamos similarmente, tenemos ojos y no vemos, olvidamos fácilmente las experiencias de amor de Dios para con nosotros, inclinamos nuestra cabeza y no alcanzamos a mirar hacia arriba para vislumbrar los divinos misterios, por eso, en estos tiempos viene María como la mensajera, que nos mueve a vivir el evangelio, que nos indica y dirige hacia su Hijo, y como decía Monfort, nos participa de sus virtudes, para poder reconocer al Resucitado y anunciarlo con radicalidad, firmeza, convicción y valentía.
Como los apóstoles, muchos hemos recibido el anuncio de la Resurrección con dudas, nos ha parecido un sin sentido o una alucinación, pero el reto es a no quedarnos sumergidos en la soberbia que nos encierra en nuestro limitado entendimiento, sino a que tomemos la actitud de nuestro primer pontífice, Pedro, y nos dirijamos hasta el sepulcro, para reconocer por medio de un encuentro personal con el Señor, que Él vive; sólo cuando veamos la manifestación de Dios en nosotros, sólo cuando estemos dispuestos a dejarlo entrar en nuestra vida y solo cuando le demos autorización sobre lo que somos y tenemos, será llena nuestra vida, cobrará sentido, pues nos habrá conquistado el que debe ser eternamente el Dueño de nuestra alma.
Jessica Restrepo
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