28 junio, 2010

Evangelio según San Mateo 8, 18 al 22

La forma correcta de seguir a Jesús es haciendo renuncias de todo aquello que nos apega a este mundo, pues si ponemos nuestra fe y vida en lo que hay aquí, aquí mismo estaremos recibiendo de eso, pero si ponemos nuestra fe y vida en lo que hay allá arriba en el Cielo nos estará esperando la recompensa. De nada sirve apegarnos a lo que hay aquí, pues jamás nos llevaremos nada de eso para donde finalmente vamos, si obtenemos dinero no lo podremos empacar en el viaje final de nuestra vida, pero en cambio si obtenemos de Dios carismas y dones nos los podemos llevar a disfrutarlos aún más al Cielo. Es la lógica: lo que es de aquí se queda aquí y lo que es de allá, se va para allá.

Cuando Jesús habla al muchacho diciéndole que deje que los muertos entierren a sus muertos no quiere decir que no quiera que enterremos a los muertos, ¡para nada!, Él nos está diciendo que no nos quedemos en ese pasado que nos amarra, sino que avancemos hacia Él que es la verdadera Vida. En muchas ocasiones buscamos mirar atrás, y permitir que el pasado nos consuma y es así como dejamos pasar ciertas etapas de la vida, pues por estar apegados al pasado nos olvidamos del presente y lo dejamos pasar, con la desventaja de no haber disfrutado cada época de nuestra vida, es allí donde se presentan vacíos interiores con los que nos estancamos sin dejar que Dios entre a nuestras vidas para llenarlas con su amor.
La conversión es una gracia inmensa de Dios y al momento de dárnosla no podemos estar entretenidos pensando en aquello que ya pasó, pues el llamado siempre es al tiempo que lo necesitamos y si no lo aprovechamos podríamos estar perdiendo la oportunidad de vivir en Dios por siempre y con la paz y el amor que necesitamos para vivir en este mundo.

María, al momento de llegar el Arcángel Gabriel a darte ese mensaje de amor de parte de Dios, no dudaste en aceptarlo, Él sabía en qué momento y para qué tenía que ser, enséñanos Madre Santa a no dejar pasar el llamado que Dios haga en nuestras vidas, sino por el contrario dejarlo todo y seguirle a donde nos lleve porque Él como un buen Padre jamás nos dejará perder y por el contrario buscará lo mejor para nuestras vidas, aún mejor para lograr la vida eterna. Amén

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