El señor después de pasar por las bienaventuranzas les enseña algo muy importante a los discípulos, algo que conlleva a dar lo que se ha recibido del cielo, pues si bien "No tenemos nada que no hayamos recibido del cielo", el Señor nos pide que lo demos a otras personas, "Vosotros sois la sal del mundo" en esto es lo que se convierte cada Cristiano comprometido en fidelidad con el Señor, sal del mundo, sal que da sabor al mundo que sala, que tiene acción de cambiar de darle un giro pues la bondad del Señor permea el mundo. Sin embargo muchas veces nos podemos quedar como el joven de los talentos que por temor, guardó los talentos y cuando vino su amo a reclamarlo sufrió por su negligencia, es de esta forma que el Señor nos llama a la acción, a permear el mundo entero y esto se logra con nuestro ejemplo y buenas obras, para que ellas den gloria a Dios.
De la misma manera nos dice el Señor que somos la luz del mundo y explica que nadie enciende una lámpara para esconderla, es el Señor mismo el que nos pide dar testimonio de Él, para que el mundo se dé cuenta de las obras tan grandes que ha hecho. La luz lo que hace es iluminar los lugares oscuros, está es la labor del Cristiano iluminar la oscuridad causada por el pecado, iluminar los lugares en tinieblas con obras que den ejemplo de conversión y de lucha incansable. Es importante también no desesperarnos en este camino de lucha pues si bien muchas veces iremos iluminando en algunos momentos el fuerte viento de las dificultades espirituales vendrá queriendo apagar la llama, sin embargo lo que se debe hacer es refugiarla en alguien y quien mejor que la Santa Madre que nos enseña como iluminar, como mantener la llama encendida.
¡A ti madre querida, enséñanos a amar!
"Ad maiorem Dei gloriam per Mariam"
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