El llamado de Jesús es definitivo y total pero todos tenemos respuestas o excusas para no atender. Siempre hay una razón para retardar la respuesta o para no atenderla: la familia, los negocios, el tiempo, las responsabilidades, la comodidad, etc. Al fin de cuentas estamos demasiado ocupados como para responder.
Danos, Señor, sed de almas. Sabemos que estás sediento de almas que se acerquen a ti. ¿Cómo ayudarte?
María, madre amada, enciende en nuestro pecho el amor ardiente a nuestro Señor. Que nuestro corazón se ensanche de amor por Jesús y que no encontremos tranquilidad sino en Cristo. Te autorizo para que no me dejes en paz hasta que no atienda al llamado que Dios me hace.
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