Tremenda comparación. Jesús compara nuestras actuaciones con las del Padre que hace brillar el sol sobre buenos y malos. Dios es bueno, pero no según nuestros parámetros de bondad, sino verdaderamente bueno. La bondad de Dios no depende de su estado de ánimo ni de su subjetividad.
Esto es a lo que nos invita el evangelio de hoy, a ser verdaderamente bueno. Poner la otra mejilla, llevar la carga el doble, entregar también el manto… esto es fácil cuando aquella otra persona es amada por nosotros, pero cuando es un desconocido que está abusando de ti no es nada fácil.
Sin embargo Jesús lo hizo, y su amor no menguó por los golpes y los insultos.
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.
Gabriel López
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