¡Qué fácil es ver los errores de los demás! Qué fácil caemos en esto que Jesús nos advierte, ¿cómo no ver la mota de los demás sin ver la viga que hay en nuestro ojo? No se trata de no ver la mota que hay en el ojo de los demás, porque si los miramos a los ojos la veremos. Dios no nos pide que seamos ciegos, sino que antes de juzgar a los otros reconozcamos nuestra miseria. Siempre veremos los defectos de los otros porque están allí, pero no podemos descuidarnos y dejar de ver los nuestros.
Quién está demasiado preocupado por ver los errores de los demás se olvida de sus propias flaquezas. Quien se enfoca en sus propios errores no tiene tiempo de ver los de los demás. Los santos se preocuparon tanto por corregir sus propias faltas que llegaron al punto de no fijarse en las de los demás. El santo es aquel que tiene un conocimiento propio superior al de los demás. El santo es aquel que al contemplar a Cristo reconoce sus propias debilidades.
María vivió siempre con los ojos puestos en el cielo; toda su vida fue una entrega completa a Dios. Jamás alguna criatura podrá amar a Dios con tanta fuerza y con tanta perfección. María midió a todos con la «medida de Dios» y por eso el Señor la colmó de bendiciones.
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.
Gabriel López
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