Muchas veces nosotros bajamos la guardia frente a nuestro propio conocimiento, nos volvemos tibios y laxos con el pecado, nos parece normal y natural la soberbia que manifestamos, además, no evaluamos frecuentemente nuestros actos, pensamientos y acciones.
Como decía San Juan Crisóstomo “Lo que el Señor nos prohíbe no es la reprensión y corrección de las faltas de nuestros enemigos, sino el menosprecio u olvido de los propios pecados, cuando se reprenden los ajenos”; en realidad hay que ser muy misericordiosos a la hora de entrar a corregir y enseñar.
San José, varón prudente y justo, alcánzame por tu gloriosa intercesión la gracia de ser equilibrada en mis apreciaciones a partir del conocimiento propio y constante de mi naturaleza pecadora que aun continua ofendiendo a Dios.
Jessica Restrepo S.
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