“con la misma vara que medís, seréis medido” la actitud y comportamiento que asumimos frente alguna ofensa o dificultad trae sus consecuencias, no solo humanas sino eternas.
El evangelio de hoy no dice si tu hermano te ofende, te insulta, te calumnia, o si tu hermano te trata mal, ¡No! Hoy el Señor quiere enseñarnos un mensaje directo, el cómo debe ser nuestra respuesta frete a cualquier momento, sea el que sea, independiente de la ofensa recibida, pues para unos es una cosa y para los otros otra, la diferencia radica en la actitud que asumamos, la cual puede ser llena de misericordia o puede ser con ira, con insultos, con maldiciones o con asesinatos.
¿Por qué merecer el ser procesado, juzgado o condenado al responder a una ofensa? Porque a la hora de dar nuestras ofrendas al que se ofreció por amor a nosotros, al Padre que entregó su Hijo, a Quien no se reservó nada para sí, sino que se dio a todos nosotros, a Quien se hizo Eucaristía y dio a su Madre; no tendríamos nada para ofrecer, no valdría ninguna obra, porque no nos hicimos sacrificio, no nos negamos, no lo imitamos, no tratamos de arreglar la situación. Dios no nos pide que todo salga perfecto, simplemente que nos esforcemos, pongamos nuestra voluntad y nuestras acciones en pro de la paz y la reconciliación.
María, Madre del Amor, Madre de misericordia, Virgen dulce, enséñame a ser holocausto de Amor y podré comprender, amar y vivir este evangelio a la luz de la contemplación de la pasión de tu adorado Hijo. Amén.
Jessica Restrepo S.
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