En la oración el Señor nos motiva a sentirnos hijos, a reconocerle Dios, para que siempre nos dirijamos a el y no nos ensimismemos, a ofrecerle nuestra cotidianidad y ver su actuación diaria, también nos enseña que debemos reconocernos pecadores y necesitados de su protección y amor para poder trasmitirlo a quienes nos rodean.
Mi Señor, no solo eres Dios sino que la oración se te notaba, tanto que aquel discípulo se antojo de orar, y por eso te pidió que le enseñaras… como María es tu perfecta discípula, yo quiero habitar en ella y así cuando me acerque a ti la veas a Ella, y como mi oración como es pequeña, solo dé fruto por Ella, que pueda trasmitir la alegría de un encuentro permanente contigo, que mi corazón lo desee reavivar a cada instante y la gente que me rodea también lo quiera, pues sin ti la Vida es vacía.
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