Este evangelio está compuesto por dos elementos importantes, a saber:
Primero: La hipocresía y lo secreto. El Señor nos invita a actuar rectamente, a tener una intensión buena en todo lo que hacemos. No mentir, no ser hipócritas. Ser auténticos con todos, a no poner nuestra confianza en los hombres.
Segundo: No temer a los hombres sino a Dios. No actuar por los hombres sino por Dios (y por las causas justas de los hombres). Poner nuestro empeño en servirle a Nuestro Señor y ganarnos el cielo.
Por el contrario, los fariseos eran hipócritas que hacían todo en lo secreto, porque sabían que sus acciones no estaban bien hechas. Además, temían a los grandes hombres con poder sobre ellos y habían olvidado a Dios.
Ahora bien, es necesario dejar esa actitud hipócrita a un lado, dejar de hacer las cosas por las apariencias, dejar a un lado todo lo que nos aleja de Dios y empezar a actuar sólo por amor a Él. Los santos se han enfrentado a ellos mismos, no sin haber sufrido y llorado mucho, para luego vencerse y dejar que el Señor reinara en ellos.
Qué fácil es decir todo esto pero que complicado es ponerlo en práctica, no porque Dios sea un inepto que no nos puede ayudar, sino porque nuestra voluntad está hecha pedazos.
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.
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