El que viene de lo alto está por encima de todos. El que es de la tierra pertenece a la tierra y habla de la tierra. El que vino del cielo da testimonio de lo que ha visto y oído, pero nadie recibe su testimonio.
El que recibe su testimonio certifica que Dios es veraz.
El que Dios envió dice las palabras de Dios, porque Dios le da el Espíritu sin medida.
El Padre ama al Hijo y ha puesto todo en sus manos.
El que cree en el Hijo tiene Vida eterna. El que se niega a creer en el Hijo no verá la Vida, sino que la ira de Dios pesa sobre él".
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Jesús, Verbo encarnado, ha venido a nosotros para salvarnos. ¿Qué motivos tenía para ello? Pues, ninguno. Dios se encarnó porque quiso, nada más. Este querer es gratuito, ya que Dios no necesita de nosotros, sin embargo nos quiso amar y entregarse por nos.
Dame tu corazón para ser Santo |
Lo mínimo sería amarle. Pero amarle de verdad. Amarle a Él y a lo que Él ama. ¿Qué puede haber de malo en amarle? ¿qué puede haber de incómodo en amarle? ¿qué puede haber de difícil en amarle? Nada. Al contrario, amar a Dios es dulce y suave; agradable al corazón y suave al paladar. Entonces ¿por qué no le amamos con todas nuestras fuerzas? ¿por qué no nos atrevemos a quererlo? ¿por qué no nos desvivimos sólo por Cristo?
Si fuéramos más silenciosos podríamos escuchar más su voz. Si fuéramos más contemplativos, más atentos, veríamos a la Inmaculada en todas partes y como donde está ella está Dios...
Si visitáramos más a Jesús Callado en el tabernáculo y lo dejáramos hablar más, tendríamos los pies en la tierra y el corazón en el Cielo... tal como María.
Madrecita Inmaculada, dame tu corazón... para amar a Jesús. Te cambio este hierro frío y duro que tengo por corazón por tu maternal, tierno y dulce corazón.
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.
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