Dice san Ireneo: «Dios no tiene necesidad de nada; pero el hombre tiene necesidad de estar en comunión con Dios. Y la gloria del hombre está en perseverar y mantenerse en el servicio de Dios».
Sin embargo, la presencia de esta alegría no excluye la posibilidad del sufrimiento. San Pablo pone esto enseguida de manifiesto cuando dice que la participación en Cristo significa participar también en sus sufrimientos. Pues gloriarse en Cristo es gloriarse en su cruz. Si tratamos de profundizar nuestra relación con el Padre en el Espíritu Santo, no hemos de sorprendernos al comprobar que somos malentendidos, contestados o perseguidos a causa de nuestras creencias.
Sin embargo, la presencia de esta alegría no excluye la posibilidad del sufrimiento. San Pablo pone esto enseguida de manifiesto cuando dice que la participación en Cristo significa participar también en sus sufrimientos. Pues gloriarse en Cristo es gloriarse en su cruz. Si tratamos de profundizar nuestra relación con el Padre en el Espíritu Santo, no hemos de sorprendernos al comprobar que somos malentendidos, contestados o perseguidos a causa de nuestras creencias.
Ser discípulo de Cristo conlleva a una identificación total con él, un buscar conocerle para poder amarle y así transmitirle. En medio de la sociedad de hoy el mensaje cristiano no goza de una total aceptación, el evangelio incomoda a más de alguno. Esto ha sido una constante en la historia. Sin embargo el mundo necesita a Cristo, las personas tienen sed de Dios. Como cristianos estamos llamados a anunciar ese mensaje de Cristo. El precio de este anuncio es la cruz, una cruz que se hace llevadera cuando se carga como Jesús junto a María.
A ti Madre, el secreto más preciado de Jesús, clamo madre de tu compañía, quiero esa fortaleza que te ayudo a enfrentar todo desde la encarnación de tu hijo, hasta su muerte, porque tu único fin era dar a tu Hijo a la humanidad.
PAZ Y BIEN
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