Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: "¡La paz esté con ustedes!".
Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor.
Al ver un crucifijo la vida cobra sentido, vivir vale la pena, se siente la paz de un hijo al saberse amado, nada más y nada menos que por Dios mismo.
Cómo no sentir paz, si tenemos en frente nuestra salvación eterna, nuestro sostén, nuestra fuerza, nuestro amor, al Dios fiel a pesar de mi infidelidad, al Dios que me ama así yo no le ame.
Cómo no sentir paz, si tengo un Dios que me ama, en quien confiar, un Dios que no me ha negado nada, ni siquiera a él mismo.
Aunque se experimenta dolor al meditar su pasión, una profunda contricción, es la cruz la que nos da la fuerza para seguir, ¿cómo rechazar tal sacrificio? ¿cómo no aceptar su salvación y su amor?
Bendito Dios que nos ha salvado y que ahora vive para siempre!!!
Madre, regálame una infancia espiritual, para estar siempre confiada y alegre en él.
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