30 mayo, 2011

Gracias por la Iglesia.

Evangelio según San Juan 15,26-27.16,1-4.
Cuando venga el Paráclito que yo les enviaré desde el Padre, el Espíritu de la Verdad que proviene del Padre, él dará testimonio de mí.
Y ustedes también dan testimonio, porque están conmigo desde el principio.
Les he dicho esto para que no se escandalicen.
Serán echados de las sinagogas, más aún, llegará la hora en que los mismos que les den muerte pensarán que tributan culto a Dios.
Y los tratarán así porque no han conocido ni al Padre ni a mí.
Les he advertido esto para que cuando llegue esa hora, recuerden que ya lo había dicho. No les dije estas cosas desde el principio, porque yo estaba con ustedes.
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¿Cómo es posible no ser Trinitario? Dios siempre ha estado con nosotros y siempre lo estará.
Yahvé siempre acompaño al Pueblo de Israel en el A.T. Después, el Verbo se Encarnó y habitó con nosotros y nos habló siempre del Padre. Luego, el Hijo resucitó y ascendió al cielo y nos envió el Espíritu Santo que ha estado con nosotros.
Entonces, primero se reveló el Padre a todos de una manera externa. Después vino el Hijo y habitó entre nosotros. Luego vino el Espíritu Santo y vive con nosotros. Pero ahí no acaba la historia: como Dios es Uno y Trino, entonces cada una de las tres Divinas Personas ha tenido su momento en la historia, pero también las tres personas a la vez lo tienen: me refiero a la GRACIA SANTIFICANTE, en la cual la TRINIDAD misma inhabita en nosotros.

Entonces: primero vino el Padre, después el Hijo y después el Espíritu Santo y después la Santísima Trinidad para inhabitar en cada uno de nosotros. Y pareciese que no fuera suficiente eso para Dios (y claro que lo es), que también Nuestro Señor nos quiso dejar la Eucaristía, presencia viva, real, total y sensible. Y no sólo eso, sino que también es comestible... increíble, qué grande es el Buen Dios. ¿Y qué más pudo hacer? Parece que no fue suficiente con lo que he mencionado, sino que nos tuvo que dejar a sus más grandes tesoros.

El Espíritu Santo nos dejó a su Esposa, la Inmaculada. El Hijo nos dejó a su Esposa, la Iglesia. ¿Pero será que Dios siendo Uno y Trino puede tener dos esposas diferentes? Sí pero no. Porque estas dos Esposas son figuras la una de la otra. La Inmaculada es la figura de lo que será la Iglesia. La Iglesia es figura de lo que es María.

Qué bueno es Dios, que no se ha guardado nada para Él. Qué bueno es Dios que me ama tanto y me regala a la Iglesia, Esposa del Cordero, Sacramento de Salvación, camino seguro para llegar a Cristo.

Amada Iglesia, por la cual los mártires han entregado su sangre, yo también deseo derramar la mía por ti, porque quiero que seas mi esposa.



Todo por la Inmaculada, todo por la Iglesia, esposa del Cordero. Nada sin Ellas.

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