20 mayo, 2011

SAN BERNARDINO DE SIENA

San Bernardino de Siena, nació en la festividad de la Natividad de la Virgen María, el 8 de septiembre de 1380 en la ciudad de Massa-Italia. Se sentía un predestinado de la Virgen:

“Yo nací en la fiesta de la Natividad de la Virgen. Y en el mismo día yo volví a nacer, ya que recibí la vestición religiosa de franciscano, y al año hice profesión de los votos de pobreza, castidad y obediencia. Ruego a Dios que también en ese día pueda morir”.

Sus biógrafos narran que San Bernardino siendo joven tenía una novia misteriosa que  luego se supo era la Virgen:

“Daría mi vida por la presencia de la persona, a la que amo. Mi novia es de tan prodigiosa belleza, que me ha arrebatado completamente el corazón. La amo de tal manera, que no puedo dormir una noche sin antes haber ido a visitarla”.

Transcurrido el tiempo le confiará a su prima Tobías el gran secreto de su Novia:

“Porque me lo pides, te confiaré lo que no hubiera comunicado a nadie. Me he enamorado de la Virgen María. Es la Madre de Dios y es nuestra Madre. Desde mi infancia le soy devoto. En mi orfandad confié en ella como Madre y en ella pongo toda mi esperanza... La amo mucho y anhelo verla... Y como la figura pintada en Puerta Camollía, me parece la más linda de la ciudad voy diariamente a contemplarla. Me arrodillo ante ella. Desahogo mi corazón. Le pido su maternal bendición. ¡Ella es mi única Amiga!”.

En cierta ocasión, en la plaza mayor de Siena, estando congregado el pueblo, dirigiéndose primero a la Virgen, pronunció estas encendidas palabras:
“¡Oh mujer, por todos y sobre todo bendita! Tú eres el honor y la defensa del género humano. Tú eres rica de méritos y de poder, más que cualquier otra criatura. Tú eres la Madre de Dios, la Señora del universo, la Reina del mundo. Tú eres la dispensadora de todas las gracias, el jardín de las delicias y la puerta del cielo.

¡Oh habitantes de Siena, vosotros habéis sido salvados de tantos peligros, gracias a la Virgen, la cual ha orado al Altísimo Dios, en favor vuestro! ¡Ea! Sed agradecidos. Ella enfrenta los peligros y las tentaciones, diciendo y mandando al demonio: “¡Maldito, lejos de aquí!... ¡Deja en paz a esta ciudad, donde viven mis devotos!... Ella podría decir: Yo os he sustraído de muchas y muchas tribulaciones, hijos míos, por la fe, la devoción y la esperanza, que habéis tenido en mí. ¡Sed, pues, agradecidos, y acudid a ella confiadamente!

Jamás hubo criatura más digna que ella de honor y de gloria. Y para que tú sepas que ella no es ingrata, cuando tú la saludas, aunque no la veas, ella se vuelve hacia ti, recibiendo tus palabras con ese cariño, que tú lo demuestras. Y si tú la invocas con reverencia y fe, ¿qué crees que ella haga? Ella se pone ante Dios y reza por ti. Y como ella es la Madre de Dios, todo lo que pide, Dios abundantemente se le otorga”.

El 20 de mayo de 1444 “murió sonriendo”. Momentos antes pidió, ser puesto en el suelo como su padre espiritual San Francisco de Asís. Sus últimas palabras fueron:

“Oh Señor dulcísimo, he manifestado tu palabra a los hombres. Llévame a tu Reino con la ayuda de tus santos ángeles”.

San Bernardino de Siena fue canonizado por el Papa Nicolás V el 24 de mayo de 1950.

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