Jueves, 26 de mayo de 2011. Jn 15, 9-11
El Señor se alegra cuando permanecemos en su amor al cumplir los mandamientos, porque desde la libertad que nos dio le queremos corresponder a su amor, y la Alegría de Cristo es la que nos da la alegría plena. En sentido contrario, a Dios le da tristeza que no permanezcamos en su amor al incumplir los mandamientos, y en consecuencia, nosotros no tendríamos alegría, esa es por tanto, la amargura que deja el pecado, que oscurece el alma, es la que viven quienes están en pecado mortal.
Ahora bien, ¿Quién cumple los mandamientos y permanece fielmente en el Amor de Dios? La Virgen María, Ella es la alegría y consuelo de nuestro Redentor, por su amorosa intercesión es que hemos podido conocer a nuestro Dios y con sus virtudes cuida el estado de gracia en nuestra alma. Ella debe ser motivo de alegría para nosotros, pues sin ella hace tiempo estaríamos condenados.
Si la unión de Cristo con el Padre es motivo de alegría para nosotros, si ver a nuestra Señora es motivo es motivo de alegría porque su Fiat es fiel y constante, entonces ¿Por qué no hacer lo posible para que permanezca la alegría de estos dos corazones y la de todo el cielo? ¿Cómo tener alegre al Cielo? En primer lugar, cumpliendo los mandamientos como nos lo pide el Señor y en segundo lugar, evangelizando, dando a conocer a Jesús y a María, para que la humanidad acoja estos divinos mandatos y así Dios, la Virgen María, todos los santos y ángeles hagan fiesta en el cielo, por la conversión de un pecador, que quiere dejar la amargura del pecado y empezar a vivir en la verdadera alegría.
Todos los santos, interceded por nosotros para que seamos santos, en la permanencia del Amor y muchos se enamoren y vivan en las alegrías del Cielo.
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