Martes, 31 de mayo de 2011. Lc 1, 39-56
María saludó a Isabel, María nos saluda a nosotros cuando llega a nuestra casa, cuando oramos, ella toma la iniciativa y nosotros debemos permitírselo… El ángelus es nuestro saludo a Ella, la Iglesia siempre lo ha recomendado y los santos frecuentemente la saludaban con hermosas jaculatorias, en conclusión, María nos saluda y nosotros debemos responderle desde el amor y la familiaridad.
¿Qué produce el saludo de Nuestra Señora? Isabel al escuchar y recibir el saludo de la Virgen, Juan saltó en su vientre, se llenaron del Espíritu Santo que le movió a dar una alabanza a María y a Jesús, una alabanza humilde, reconociendo su poca dignidad, y que produce alegría y amor a la Palabra, Palabra que se cumple, que es Viva y eficaz.
La Virgen con su saludo, con su llegada, con su servicio, con su ternura, con su dulzura, con Jesús, llegan produciendo santidad. ¡Que sencillo! Así es la consagración, así es el cristianismo, así es el Amor.
¿Cómo recibir a María? Como Isabel nos enseñó. Hay que recibirla, aceptarla, reconocer a su lado al Espíritu Santo y ver su acción, naturalmente tendremos que alabarle, dirigirnos con confianza a Ella y atrevernos a hablarle, desde la humildad, porque es un honor no merecido tener a la madre Dios todo el tiempo con nosotros, es un privilegio que no hemos ganado, es gratuito del amor de Dios. La Alegría es consecuencia de tenerla, la alegría se manifiesta con una verdadera devoción.
Mi Querido san José, si Isabel hablaba así a nuestra Señora, cómo la tratarías tú, cómo buscabas que estuviera bien Jesús y como buscabas hacerle la vida más agradable, enséñame a recibirla dignamente en mi alma, aun con mis limitaciones, porque el amor no se frena ante la pequeñez sino que se esfuerza y lo da todo por el amado. Contigo José quiero secar las lágrimas de María y ser la alegría de aquella que es mi alegría, que me trae la Alegría Eterna, Jesús.
No hay comentarios:
Publicar un comentario