Amado Jesús, estas mujeres salieron corriendo del sepulcro, con miedo y alegría, a anunciar la buena nueva de la resurrección. ¡Ah, mi Señor! Que nostalgia emerge de mi corazón, pues en esas mujeres me veo yo. Salí corriendo del sepulcro de mi pecado con miedo y alegría; miedo pues no sabía lo que venía, alegría pues finalmente te conocía. Y en medio de tan opuestos sentimientos me aventuré a anunciar tu evangelio y qué terribles enemigos se levantaron contra este anuncio. Pero en cada paso que daba te veía nuevamente a ti, amor mío, y no es que te sabía buscar, tan solo me dejaba encontrar; y así como a ellas “saliste a su encuentro” y asiéndose a tus pies te adoraron, así te cruzas en mi camino y yo me aferro a esos pies traspasados de amor y te adoro rindiendo mi destino.
¿De dónde vienes Señor? ¿En qué coloquio de amor estuviste con tu Padre? ¿Acaso vienes de ver a tu Madre? Y ese resplandor ¿Fuego del Espíritu consolador?
¡Es que has resucitado! ¡Y sin embargo tu pasión no has olvidado! Pues tu costado sigue traspasado. Esas manos y esos pies que con silenciosas llagas gritan mi iniquidad, gritan tu perdón, aún después de la resurrección quieres que sigan anunciando: “Jesucristo es Señor crucificado y resucitado”. Amén.
Wilson Tamayo
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