El Señor Jesús nos enseña el valor de su enseñanza, el valor de dar a conocer a los demás la verdad, es el Señor que va a las sinagogas a enseñar y lo más importante es que lo hace con la autoridad de ser hijo de Dios, con la autoridad que la Verdad se está predicando así misma y por esta razón la gente se admira de escuchar sus palabras. Ahora bien es deber de nosotros llevar la palabra del Señor a las personas que no la conocen, de llevar y ser testigos fieles de la misericordia y el poder de Dios.
Nos pide autoridad, pero esta autoridad moral viene de Dios pues Él es el único que la puede conceder a las almas deseosas de dar su mensaje. De darlo a Él, de predicar a Cristo; en esto consiste la autoridad, en que el que predica no habla de él sino que habla del Rey de Cristo.
En ese instante también los espíritus inmundos e impuros escucharán la predicación sobre Jesús lo cual los hará desesperar y alejar de su influencia maligna, y esto no para asustarnos sino para estar preparados en la oración para combatir.
¡A ti madre querida, enséñanos a amar!
“Ad Maiorem Dei Gloriam per Mariam”
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