07 agosto, 2010

Sábado 7 de agosto de 2010. Mt 17, 14

 z_cor_jesu_med[1] Aquel demonio no salió del joven porque los discípulos tenían poca fe. Sin fe la vida espiritual es como la tierra sin agua, se vuelve estéril, nada crece en ella, no da fruto, no tiene utilidad. La fe riega el alma tal cual el agua riega la tierra seca. Cuando la fe llega al interior del hombre, todo reverdece, crecen los dones y la vida adquiere sentido.

¿Cómo es posible que los discípulos tuvieran poca fe si veían a Jesús hacer miles de milagros y prodigios? Si ellos, que veían todas estas cosas tenían poca fe ¿qué nos espera a nosotros? Sin embargo vemos cómo a lo largo de la historia los santos han tenido más fe que los apóstoles en ese momento, ¿por qué? Porque la fe no depende de lo que se ve.

María nunca vio nada y ninguna criatura ha tenido tanta fe como ella. Ella nos enseña a tener una mirada firme en el Señor y a confiar en él.

Qué lindo sería tener confianza en el Señor, esperar todo de él y confiar en que así va a ser. Que lindo sería confiar tanto en el irresistible corazón de Jesús que toda nuestra vida girara en torno a él y no a nosotros.

Madre Santísima, Reina del Corazón de Jesús, enséñanos a confiar. Corazón irresistible de Jesús, en ti confío.

Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.

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