Jesús no tenía por qué pagar impuestos, sin embargo para no escandalizar a la gente los pagaba. De la misma manera, Jesús no tenía por qué padecer por los pecados pero para salvarnos murió en una cruz. Jesús no tenía por qué ayunar, pero para enseñarnos el valor de la mortificación y la oración ayunó cuarenta días en el desierto.
Jesús no tenía por qué pasar hambre, frío y necesidad, pero para enseñarnos que la verdadera riqueza está en el cielo se hizo pobre y nació en un pesebre.
Jesús no tenía por qué haber nacido de una mujer, pero para dejarnos una madre que nos lleve con perfección a él y nos acompañe en todo momento nos dejó a su Madre.
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.
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