Pedro proclama a Jesús como «el Mesías, el Hijo del Dios vivo», sin embargo lo trata como a un simple hombre, es decir, con sus labios lo proclama Dios y con sus acciones lo proclama hombre. Es como si Pedro dijera:
“Tú eres Dios pero no puedes morir. Tú eres Dios pero nadie te va a hacer daño. Tú eres Dios pero según el concepto que yo tengo de Dios”, y añade: “Dios no lo permita, nadie va a hacerte daño”.
¿Cómo es eso? Primero lo proclama como el Mesías, el Hijo de Dios, y después le pide a Dios que no le pase nada. Pedro fue iluminado por el Espíritu Santo y sus labios proclamaron solemnemente la divinidad de Cristo, pero su corazón no fue capaz de asimilar lo que decía.
En cambio María proclamó con sus labios lo que su corazón ya vivía. María anuncia con su lengua y practica con su vida. María nos enseña a tener un corazón unido a Jesús. María nos enseña el valor de la fidelidad a Cristo.
Gracias Pedro porque en con tus palabras quedó plasmado en el evangelio la divinidad de Cristo y la debilidad humana. Intercede por nosotros desde el cielo. Ruega al Padre por cada hijo de la Iglesia, especialmente por el Papa.
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.
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