Pedro siempre tan interesado: «Nosotros hemos dejado todo por seguirte, ¿qué recibiremos?». Seguir al Señor exige dejar todas aquellas cosas que nos estorban. ¿Quién puede seguir a un guía si tiene en su espalada un peso grandísimo? ¿quién que esté radicado en una propiedad puede seguir al que lo llama? No podrá seguir a nadie hasta que venda la propiedad y dé a los pobres el dinero, porque si no es por la propiedad es por las riquezas que no encontrará descanso ni paz.
Jesús exige la renuncia del mundo tal como lo hizo María. María con su sí no sólo se expuso a ser apedreada sino que renunció a su condición de esposa, a su estabilidad económica, a su futuro tranquilo en manos de un hombre. Renunció incluso al buen nombre, porque sabía que la iban a juzgar. Renunció a sus planes y sus proyectos. María es el modelo perfecto de obediencia y Dios jamás la decepcionó.
¿Somos como María? No, estamos demasiado apegados a este mundo y a sus vanidades: «vanidad de vanidades, todo el vanidad».
Madre Santísima, ayúdanos a dejar a un lado todo lo que nos aleja de ti, pues si algo no es digno de ti, tampoco es digno de Dios.
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.
No hay comentarios:
Publicar un comentario