23 diciembre, 2010

Jueves 23 de diciembre de 2010

Evangelio según San Lucas 1,57-66.
Cuando llegó el tiempo en que Isabel debía ser madre, dio a luz un hijo.
Al enterarse sus vecinos y parientes de la gran misericordia con que Dios la había tratado, se alegraban con ella.
A los ocho días, se reunieron para circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre;
pero la madre dijo: "No, debe llamarse Juan".
Ellos le decían: "No hay nadie en tu familia que lleve ese nombre".
Entonces preguntaron por señas al padre qué nombre quería que le pusieran.
Este pidió una pizarra y escribió: "Su nombre es Juan". Todos quedaron admirados.


Y en ese mismo momento, Zacarías recuperó el habla y comenzó a alabar a Dios.
Este acontecimiento produjo una gran impresión entre la gente de los alrededores, y se lo comentaba en toda la región montañosa de Judea.
Todos los que se enteraron guardaban este recuerdo en su corazón y se decían: "¿Qué llegará a ser este niño?". Porque la mano del Señor estaba con él.

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Zacarías había quedado mudo al haber desobedecido el mensaje del ángel. Cuando dijo que el nombre del niño iba a ser Juan recuperó el habla, ya que había obedecido la voz del ángel. Por medio de la desobediencia nos alejamos de la voluntad de Dios y nos auto enmudecemos, ya que no podemos ser testimonio del Señor, en cambio cuando hacemos la voluntad de Dios nos hacemos sus mensajeros y embajadores.

¿Cuántas veces nos hemos enmudecido por nuestros propios pecados? Y por el contrario, ¿cuántas veces hemos sido verdaderos profetas al hacer la voluntad de Dios?

En la obediencia que debemos presentar a Dios y a nuestros superiores se esconde un grandísimo tesoro de profecía. Quien escucha con atención los anuncios del Señor y los cumple será recompensado abundantemente con gracias especialísimas.

María siempre escuchó con atención la voz del Señor y obedeció de una manera perfectísima. María actuó conforme a la voluntad divina y fue digna de llevar en su seno al que no pueden contener los cielos.

Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.

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