27 diciembre, 2010

Lunes, 27 de diciembre de 2010. Jn 20, 2-8

Juan se llama a sí mismo “el discípulo que tanto quería el Señor”, se llama así porque se consideraba tal, no solo sabía que el Señor lo ama, sino que se dejaba amar, se sentía amado… ¿me siento amada por Dios? realmente, Dios me ama a pesar de lo que soy, sabe mi miseria, sabe mi fragilidad, y aun así me ama, me tiene paciencia, me quiere trasformar; pero para hacerlo tengo que estar al lado, correr con Pedro, con la Iglesia, y si creyera que voy mas adelante, tengo que detenerme, porque solo hasta que Pedro entra en el sepulcro, Juan cree, solo hasta que la Iglesia habla, mi fe puede estar solida, estar firme, estar en la Verdad.

San Juan, discípulo del amor, hijo de María por disposición de Jesús, enséñame a vivir en el amor, a nutrirme de Dios, a permanecer en la fe, a perseverar al lado de la Madre, a ser pequeña, a nunca dejar de reconocer mi fragilidad, para que necesariamente tenga que mirar al Señor y no me quede distraída en mis miserias, sino que mi centro, mi fin sea Dios, amarle y adorarle por toda la eternidad. Amén.

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