04 diciembre, 2010

Sábado, 04 de diciembre de 2010. Mt 9, 35 – 10, 1. 6-8

Hay varios detalles de este evangelio que me impactan de sobre manera: inicialmente, Jesús predicaba en las sinagogas, para enseñarnos que todo nuestra labor apostólica debe estar en obediencia a la Iglesia, debe estar insertada y debe dar fruto dentro de ella misma, nuestro reto es ser testimonio dentro del mismo redil, dentro de la Iglesia.

También, el Señor pide a los discípulos, a los “pocos” que están trabajando por el reino, que se detengan y rueguen para que Dios mande mas obreros, pues solo el que esta ejerciendo la misión que Dios le ha encomendado puede orar con la convicción de la necesidad de su labor, ellos deben detenerse y orar, pues por mas que trabajen siempre sus manos son insuficientes, necesitan del amor de Dios y del auxilio de su gracia, del trabajo en equipo, en comunidad.

Además “les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y dolencia. A estos doce los envió con estas instrucciones”… Primero les da la autoridad y luego las instrucciones, por lo tanto, cada vez que se nos da una misión, unas instrucciones, una responsabilidad, ya hemos recibido la gracia para llevarla a cabo.

Madre Inmaculada, tu que creíste, tu que eres la Mujer de la fe, que asumes la misión que Dios te encomienda, tu que eres la Mujer del Fiat constante, enséñanos a creerle a Dios, a no dudar de su auxilio y compañía, a acoger con humildad su voluntad, sus designios, sus dones y carismas, pues ¿Qué tenemos que no hayamos recibido? Gracias mamá porque en tus entrañas puedo alimentarme para ser como Cristo.

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