25 julio, 2011

Evangelio según San Mateo 20,20-28. 
Entonces la madre de los hijos de Zebedeo se acercó a Jesús, junto con sus hijos, y se postró ante él para pedirle algo.
"¿Qué quieres?", le preguntó Jesús. Ella le dijo: "Manda que mis dos hijos se sienten en tu Reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda".
"No saben lo que piden", respondió Jesús. "¿Pueden beber el cáliz que yo beberé?". "Podemos", le respondieron.
"Está bien, les dijo Jesús, ustedes beberán mi cáliz. En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes se los ha destinado mi Padre".
Al oír esto, los otros diez se indignaron contra los dos hermanos.
Pero Jesús los llamó y les dijo: "Ustedes saben que los jefes de las naciones dominan sobre ellas y los poderosos les hacen sentir su autoridad.
Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero que se haga su esclavo: como el Hijo del hombre, que no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud".

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¿Quieres ser el primero? sé el último. ¿Quieres ser el más grande? sé esclavo de todos. ¿Quieres el primer puesto en el cielo? busca siempre el último puesto en la tierra. ¡Qué fácil es escribir esto! qué complicado es vivirlo. Qué fácil es decirlo, qué difícil es hacerlo.
¿Quieres ser escuchado por Jesús? acude a su Madre. Si los hijos de Zebedeo fueron escuchados por hablar por medio de su mamá, ¿cuánto más nosotros si acudimos a la mamá de Dios?
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.

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