13 julio, 2011

VIP celestial

Evangelio según San Mateo 11,25-27. 
En esa oportunidad, Jesús dijo: "Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños.
Sí, Padre, porque así lo has querido.
Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.

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Los misterios más grandes han sido ocultados a los sabios y poderosos y han sido revelados a los pequeños y a los prudentes. Mientras la ciencia se gloría de revelarse a los más inteligentes y estudiados, a los más grandes y poderosos, las cosas de Dios se ocultan a estos personajes y se desvelan ante los que aparentemente no cuentan.
Nadie conoce al Hijo sino el Padre, ¿por qué? porque el Hijo es Dios, es el misterio más grande de todos los misterios, y por lo tanto su conocimiento está limitado para el más pequeño y prudente de todos, es decir al Padre. ¿El Padre es pequeño y prudente? Claro.
Así mismo, el Padre sólo ha sido revelado al más pequeño y prudente de todos, es decir, el Hijo. ¿Y dónde queda el Espíritu Santo? es la relación perfecta de amor y de conocimiento que hay entre el Padre y el Hijo en virtud de su perfección y que es otra persona de la Santísima Trinidad y es el mismo Dios.
Todo esto tiene sentido: debido a su pequeñez y prudencia, sólo el Hijo es conocido por el Padre y sólo el Padre es conocido por el Hijo y por aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar ¿Por qué? porque si el Hijo encuentra a alguien Prudente y Pequeño, entonces le revelará el Misterio del Padre, y el Padre le revelará el Misterio del Hijo.
Pero, después del Padre y del Hijo ¿quién más ha recibido tan alta revelación de la Santísima Trinidad? Pues la más pequeña y prudente de las criaturas, la Inmaculada. Ella llevó en su Vientre al mismo Misterio, al Hijo encarnado, al Verbo de Dios, al Pan de la Vida. María llevó en su seno al que no pueden contener los cielos. Entonces, si queremos conocer al Hijo pero no somos lo suficientemente pequeños y humildes como para que el Padre nos lo revele, entonces podemos acudir a la Inmaculada para que nos "cuente el chisme". María nos mostrará los misterios Divinos de una manera tal que nuestro corazón arderá y nos moveremos inmediata e irrevocablemente a la pequeñez y a la prudencia.
Al conocimiento del Hijo se llega por el Padre (¿quién es digno?)
Al conocimiento del Padre se llega por el Hijo (¿quién es digno?)
Al conocimiento del Padre y del Hijo se llega por el Espíritu Santo (¿quién es digno?
Al conocimiento del Espíritu Santo se llega por María... que no la merecemos pero la necesitamos. Que es nuestra Madrecita, y que fácilmente podemos acudir a Ella. Entonces podemos decir con los Santos del Cielo: Por María al Corazón de Jesús.
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.

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