15 julio, 2010

Jueves 15 de julio de 2010. Mt 11, 28

Nuevamente nos encontramos con una expresión completamente contraria al espíritu del mundo. La solución que Jesús da a los que están llevando pesadas cargas es cargar con su yugo, es decir, llevar más carga. ¿Cómo es posible que más carga nos aliviane el peso que llevamos? ¿cómo puede ser posible que dos cargas sean más livianas que una?

La cuestión radica en que la carga de Jesús es mucho más pesada que la nuestra. Jamás se compararán nuestras cargar, por pesadas que sean, con la que Cristo ha llevado por nosotros. ¿Entonces, cómo puede hacernos más livianas nuestras cargas? Pues sencillamente, cuando llevamos por un instante la carga de Cristo podemos constatar que las nuestras son absolutamente nada a comparación de la suya. En ese instante comprobamos que estábamos cansados por nada y que Jesús, siendo Dios, estaba verdaderamente llevando la mía y la de toda la humanidad.

Pero el mismo evangelio dice que su yugo es suave y su carga es ligera, ¿cómo puede entonces ser esto? Pues la carga de Cristo la llevamos con él, no solos, por esta razón llevar el yugo es aprender de él que lleva el mío y el de todos sin lamentarse, antes bien lo lleva con amor. Llevar el yugo de Cristo es llevar el mío con Cristo, por esto es más liviano y podremos descansar, pero descansar en el amor.

Gracias Señor por enseñarme a cargar con mi cruz de cada día. Gracias por llevar las cargas de toda la humanidad. Gracias por tu amor insaciable y por tu entrega total. Gracias por tu amor y por el de tu madre que cada día me enseña a acercarme a ti.

Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.

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