21 julio, 2010

Miércoles 21 de julio de 2010. Mt 13, 1-9

clip_image002LA FOTO ES DEL MAR DE GALILEA.

Jesús salió de casa ese día y se fue a sentar a orillas del lago, ¿Qué iba a hacer allá? No creo que deseara estar solo porque seguramente la gente lo iba a reconocer y todos iban a querer saber qué hacía, o iban a querer escucharlo o algo por el estilo.

Hoy deseo hacer una Lectio diferente; una Lectio en la que me encuentre con un Jesús apasionadamente humano. Un Jesús que se despertó un día y dijo: «hoy tengo sed de algo diferente; hoy quiero irme a pasear. Hoy me voy a ir a caminar un rato, hacer deporte, comer algo en la calle y volver para sentarme a charlar con María sobre las cosas de la casa…». ¿Será muy absurdo pensar que Jesús pudo decir algún día esto? Pues sigamos imaginando a ver qué pasa…

Del evangelio según Gabriel:

«Ese día Jesús salió muy temprano de su casa a pasear. Se cubrió con el manto que María le había preparado y empacó un poco de pan enmielado con leche tibia. Decidió pasar primero por aquella calle estrecha que tanto le agradaba, porque el ruido que producían sus pies al caminar sobre la arena fina le causaba mucha gracia (Jesús se quitó las sandalias). Al llegar a la orilla del lago se sentó en un tronco muerto, y dejando a un lado su bolsa con las provisiones, se dedicó, con lágrimas en los ojos, a contemplar aquel hermoso amanecer.

El bulloso lago guardó silencio ante el silencioso Jesús que gritaba en su alma de emoción: “Gracias Padre por dejar tus huellas en la creación”.

De repente, con el despertar del pueblo, se fueron acercando poco a poco los habitantes de aquella zona para estar con Jesús, el cual, después de compartir su desayuno con unos cuantos se puso a enseñarles…».

Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.

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