30 julio, 2010

Viernes 30 de julio de 2010. Mt 13, 54

Pobre Jesús, cómo sufriría en su corazón al ver los desprecios de las almas… Pobre María, cómo sufriría en su alma traspasado por el desprecio a su hijo… Sin embargo, Jesús predica, aun sabiendo que sería despreciado porque ¿puede el corazón de Jesús dejar de amar?

Si un profeta es despreciado en su propia tierra y en su propia familia, ¿por qué predicó en su pueblo? Jesús vino a anunciar la salvación a todo, no sólo a los que iban a creer porque: «el sembrador salió a sembrar».

Jesús predica a tiempo y a destiempo, a buenos y a malos, a hombres y a mujeres. Yo me imagino a Jesús hablando del Reino de Dios a todos, al que lo saludaba, al que le vendía algo, al que lo insultaba, al que lo quería y al que lo odiaba. El corazón de Jesús siempre está buscando almas.

¿Cómo sería el celo por las almas de María? Seguramente sería igual que el de su hijo. Ambos sedientos de almas en todo momento.

Corazón irresistible de Jesús, danos celo por las almas, enséñanos a ver almas, enséñanos a amar las almas y dar todo por la conversión. Almas, almas, danos amor por las almas.

Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.

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