25 enero, 2011

Martes 25 de enero de 2011.

Evangelio Según San Marcos 16, 15-18

Y les dijo: «Vayan por todo el mundo y anuncien la Buena Nueva a toda la creación. 16 El que crea y se bautice se salvará; el que se niegue a creer se condenará. 17 Estas señales acompañarán a los que crean: en mi Nombre echarán demonios y hablarán nuevas lenguas; 18 tomarán con sus manos serpientes y, si beben algún veneno, no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y quedarán sanos.»

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La fe nos exige un cambio de vida. La fe nos exige creer lo que no vemos, pero para el hombre pragmático de hoy, para el hombre práctico, la fe no es útil. ¿Para qué creer en algo que no nos es de “utilidad” en esta vida?

Por el contrario, Jesús nos alienta constantemente a vivir con fe. Expulsar demonios, sanar enfermos, hablar nuevas lenguas, tomar serpientes en las manos y beber veneno mortal sin efecto alguno es algo que el hombre moderno no puede creer. Incluso los más destacados académicos de la fe dan explicaciones e interpretaciones meramente humanas a estas palabras de Jesús.

Pero la pregunta es, ¿no será capaz Dios de hacer que alguien hable nuevas lenguas? ¿Acaso no será posible para Dios expulsar, por medio de uno de sus hijos, a los demonios? Al hombre de hoy le falta fe. La pseudo-ciencia, el positivismo y el racionalismo han mellado la fe de los hombres ¿A quién iremos? ¿Quién podrá ayudarnos?

Sólo si nos unimos a Dios no sólo en una forma virtuosa y santa sino también mística, podremos ser hombres de fe. Necesitamos unirnos a Dios de una manera no-natural. Es necesario explotar y cultivar la fe por medio de lo incomprensible, del milagro, de lo sagrado, de lo sobrenatural. He ahí la importancia de la ascética y de la mística.

Si vivimos unidos a nuestra Madre, María, y oramos con fe y devoción a nuestra Inmaculada Princesa, y rogamos por la misericordia del mundo, podremos “ver” sin los ojos de la carne, los prodigios de nuestro Señor. Necesitamos afilar nuestros sentidos para comprender la obra del Creador y para captar los consuelos místicos que Dios nos da a diario.

Madre Inmaculada, ayúdanos, por favor, a ver a Dios en la creación. Que podamos encontrarnos con Dios en el día soleado y en el llanto de un niño. En el silencio y en el bullicio. En la oración y en la desesperación, porque allí está siempre él acompañándonos.

Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.

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