05 octubre, 2010

Martes 5 de octubre de 2010. Lc 10, 38-42

¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma? ¿De qué le sirve al hombre evangelizar el mundo entero si el mismo se condena? Tal y como decía San Pablo «no sea que yo me quede atrás en la carrera».

Ser Martas es bueno, laudable, ayuda al corazón y edifica a los demás, pero se corre el terrible riesgo de terminar siendo simples funcionarios. Es más, ser simples Martas desembocará en terminar siendo menos que funcionarios, terminará en ser «pecadores impenitentes».

«¿Pecadores impenitentes?» Sí, porque quien hace mucho por Jesús, por el Reino de los Cielos, por los demás —como Marta— corre el riesgo de callar su conciencia por medio de sus “buenas obras” y decirse a sí mismo: «no importa, Dios entiende; el Señor sabe que soy débil; mis muchas obras borran mis pecados».

El Demonio sabe bien cuál es nuestra debilidad y nos alienta a ser Martas… pero el día menos pensado llegará la tentación.

Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.

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