23 octubre, 2010

Sábado 23 de octubre de 2010. Lc 13, 1-9

higuera9[1] Que evangelio tan confuso. Pareciera que Jesús dice una cosa y al instante siguiente la negara. Lo que sí me queda claro es que no es por los pecados que nosotros morimos, de lo contrario los santos nunca morirían y los pecadores acabarían rápido antes de hacer más mal.

Dios no corta a diestra y siniestra las “higueras” sino que más bien siempre está abonando y removiendo la tierra para que den más fruto. Al fin de cuentas se pasa toda la vida buscando la manera de hacer florecer las plantas para que den cosecha. La misericordia de Dios consiste precisamente en eso, en intentar siempre que demos frutos y evitar cortarnos sin haber dado por lo menos una pequeña muestra de caridad.

Cuando una higuera definitivamente no va a florecer y a dar cosecha, entonces la misma misericordia de Dios la corta con rapidez para evitar que su pena sea mayor.

¿Alguna vez te has preguntado por qué hay personas malas que parecen tener más vidas que un gato? Seguramente el Señor sabe que esa higuera puede dar una excelente cosecha.

Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.

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