24 octubre, 2010

¡Oh Bendita Humildad!


El Señor nos exhorta fuertemente a la humildad, ¡Oh bendita humildad que quitas las vendas del alma y permites ver la realidad viva, la imperfección “perfecta” del corazón y permites conocer el Perfecto de Perfectos! “Oh Jesús que me conozca y que te conozca” (St. Francisco) Este es el premio de la humildad, el conocimiento propio permitido por la gracia de Dios que da a conocer el estado de imperfección y el estado de necesidad espiritual que tenemos.

¡Oh bendita Humildad, que buscas lo pequeño, lo aceptas y te comprometes con él, oh bendita humildad que no desprecias nada ni a nadie, oh bendita Humildad que eres la base y raíz donde se fundan las virtudes, donde se concentran y donde se puede construir!

Es el llamado a reconocernos pecadores, pues si buscamos en lo hondo de nuestro corazón siempre encontraremos algo de que pedirle perdón a nuestro Señor. Y es el momento de reconocernos como el publicano, pues la oración del publicano fue escuchada y se le dio la respuesta de la justificación, pues el Señor en verdad mira la intención y lo que hay en el corazón, por esto siempre sabía lo que los fariseos tenían en su corazón, sabia como ellos solo buscaban aparecer y solo querían ser vistos por los demás.

Oh bendita Virgen María llévame al aprendizaje de mi mismo, para reconocerme pecador y nunca llagar a olvidar esto pues perderte no quisiera, alejarme si que menos pues en tus brazos amarte quiero.

¡A ti madre querida, enséñanos a amar!
“Ad Maiorem Dei Gloriam per María!

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