28 octubre, 2010

Orad sin interrupción


Muchas veces en las ocupaciones y afanes de la vida, desplazamos nuestra oración a un segundo plano, como si no tuviera una importancia primaria. Esto tal vez porque de nuestra oración nadie nos pide cuentas, ni nos revisa notas, ni nadie nos ve. Sin embargo, es precisamente la oración lo que marca la diferencia en la vida de un cristiano, pues por más afanes que tengamos la oración debe permanecer como el epicentro de toda nuestra vida, donde se concentra nuestro centro de información, nuestra toma de decisiones, nuestro pensar y nuestro actuar. El mismo Jesús siendo Dios nos quiso enseñar a orar, pero no a orar un rato por la mañana y un rato por la noche, ¡no! nuestra vida debe ser una continua oración, bien nos lo dice San Pablo en su primera carta a los Tesalonicenses “Orad sin interrupción” y con seguridad que eso fue la vida de Jesús, una continua oración al Padre para siempre hacer su voluntad.
Él nos ha llamado a ser sus discípulos y como lo hizo hace 20 siglos, también a nosotros nos llama por nuestro nombre, para que nos convirtamos con Él en otros cristos que donemos por completo nuestra vida por todas las almas sedientas de Él a las cuales Él mismo quiere llegar y sanar sus corazones dándoles el verdadero amor. Pero sin oración ¿¿Cómo podré ser su discípulo????!!! Es imposible, solo la oración nos enseña a ser discípulos y misioneros de Cristo.
Madre de misericordia te imploro que me enseñes a hacer de mi vida oración, como le enseñaste a tu hijo cuando aún era un pequeño. Yo soy pequeño mamá y necesito aprender a orar. Enséñame tú que eres maestra de oración.

En el corazón de mi Madre, la Iglesia... ¡Yo quiero ser el AMOR!

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