30 abril, 2010

29 abril 2010 Jn 13, 16-20 GJ

Estas palabras de Jesús a sus apóstoles fueron dichas luego de que éste les lavara los pies.

El texto que estamos leyendo es de una profundidad asombrosa y en sólo unos cuatro versículos se abarca una gran teología.

"En verdad les digo: EL servidor no es más que su patrón y el enviado no es más que el que lo envía". ¿A qué se refiere o qué quiere dar a entender Jesús con estas palabras? El servidor es sólo eso: servidor. Por lo tanto no tiene en sí mayor mérito que la obediencia y todas sus obras son las obras del patrón. Si el patrón le dice: "toma este dinero y haz una obra de caridad" el servidor participa de esta obra en la medida que sea obediente, mas el dinero y la intención son del patrón.

Lo mismo sucede con el enviado. Su mérito está en obedecer el envío, mas todo el valor de lo que se hace está en el que envía, puesto que si éste no enviara entonces no habría obra.

Luego Jesús habla de las cosas que deben poner en práctica (lavarle los pies a los demás; seguir el ejemplo de Jesús).

¿Entonces, en qué se basa el mérito de las acciones? En realidad el mérito está en obedecer al Señor, ya que todo el trabajo lo hace Él. Si miramos la vida de la gracia, las obras de virtud que podemos realizar, nos damos cuenta de que sin la gracia habitual no podemos hacer ninguna obra de carácter sobrenatural (para esto se requiere la gracia santificante que se nos da al estar en gracia de Dios). Entonces, si las obras sobrenaturales actúan en nosotros y nos mueven a practicar las virtudes sobrenaturales, ¿qué mérito tenemos si todo viene de Dios y es prácticamente Él quien actúa en nosotros? El mérito está en obedecer.

Podemos ver cómo el Señor nos invita a obedecer: "felices si las ponen en práctica", mas no nos obliga a hacerlas.

Todo esto concuerda perfectamente con el versículo 20: "Amen, amen dico vobis: Qui accipit, si quem misero, me accipit; qui autem me accipit, accipit eum, qui me misit". Por lo tanto, recibir al enviado es recibir al que envía, porque éste es quien, en primera instancia, ejecuta la acción. Por lo tanto, recibir a los apóstoles es recibir a quien los envió: Jesús, y a su vez, recibir a Jesús es recibir a quien lo envió: El Padre.

Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.

Gabriel López

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