27 abril, 2010

Martes 27 de abril de 2010. Jn 10, 22-30 (GL)

«¿Hasta cuándo nos vas a mantener en suspenso?» le preguntaron los judíos; «si eres el Mesías dínoslo claramente». Nosotros somos iguales a ellos. Tenemos necesidad de ver para creer, pero aun así no creemos. Y ¿por qué no creemos? Porque no somos sus ovejas. ¿Por qué no somos sus ovejas? Porque no escuchamos su voz, y ¿por qué no escuchamos su voz? Porque… ehmmm… no sé…

Algunos no escuchan la voz de Jesús porque están sordos. Otros están ocupados en otras cosas; otros tantos ni siquiera saben que son ovejas y algunos más no quieren escuchar.

Dichosa el alma que escucha atentamente los llamados del Señor. Dichosa María que fue perfectamente fiel al Buen Pastor.

¿Pero qué más puedo decir de este evangelio si llevamos tres o cuatro días hablando del pastor y las ovejas? Pues, si Jesús no se cansa de repetirnos que él es el Buen Pastor nosotros no nos podemos cansar de recordar que nosotros somos las ovejas. Ovejas indefensas y necesitadas; ovejas desprotegidas y frágiles. Ovejas que necesitamos un pastor.

No te canses, Señor, de recordarnos que eres nuestro pastor.

Sobre los defectos de Jesús

No había caído en cuenta de que Jesús tiene otro defecto: es el Buen Pastor pero no es un auténtico Pastor (calma, calma, lea hasta el final). No es auténtico pastor porque los pastores pastorean ovejas, las cuidan y las protegen. En cambio Jesús no pastorea sólo ovejas sino también cabras y lobos. Lo más impresionante de todo es que ama tanto que al final esas cabras y lobos terminan por sucumbir a su amor y se transforman en ovejas.

De lobos a ovejas… ¡qué impresionante! Es tan grande su amor que nadie se puede resistir. ¿Qué tal que no fuera así? Si lo que digo no fuera cierto, entonces los lobos estarían condenados a ser lobos y las cabras serían siempre cabras, pero sabemos que no es así. Cualquier lobo puede ser oveja, porque en el fondo Dios lo creó bueno (el hombre es creado a imagen y semejanza y por más que se disfrace de lobo siempre será oveja en su interior).

Gracias Señor porque por medio de tu amor pasamos de perseguidores a perseguidos. Gracias porque con la Santísima Eucaristía nos transformas. Gracias porque con las caricias de nuestra Madre María nos hacemos cada vez más hijos tuyos.

Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.

Gabriel López


 


 


 

1 comentario:

Esteban Sánchez dijo...

Realmente esta buenazo, yo creo que soy de los que no oyen bien por tanta mugre y cera que tengo en ese oído cochino necesitado de limpieza.

Y el concepto de que es Jesús un pastor de este modo me gusto sobre manera, muy bueno.

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