09 abril, 2010

Viernes 9 de abril de 2010. Jn 21, 1-14


Después de que Pedro y los demás pescadores dejaron las redes (en el primer llamado) no se encuentra en el evangelio otro momento como este, en el cual, aquellos hombres volvieron a sus antiguas labores. Pedro, el pescador, vuelve a su antiguo trabajo… y, no pesca nada… ¿Por qué?

Dice Crisóstomo. Como el Señor no estaba siempre con ellos, ni les había sido dado el Espíritu Santo, ni tenían encargo que desempeñar, ni nada que hacer, se ocupaban en la pesca.

San Gregorio. No fue pecado volver a tomar, después de su conversión, el oficio que sin pecado habían tenido antes de convertirse. Esta es la razón por qué Pedro volvió a la pesca después de su conversión. Y Mateo no volvió al negocio de la recaudación de los impuestos, pues hay muchos cargos que difícilmente se desempeñan sin pecado, y éstos deben renunciarse después de convertirse.

¿Cuántas veces queremos volver a lo antiguo? ¿Cuántas veces sentimos que ya no vale la pena seguir adelante y deseamos volver al pasado o quizás no "tenemos nada que hacer" y volvemos a ocuparnos en cosas del mundo?

¿Quién reconoció a Jesús? El discípulo amado (supongo que es Juan). ¿Y por qué lo reconoció? Por dos razones, una natural y otras sobrenaturales.


  1. Razón natural: era el más joven, tenía mejor vista y podía verlo claramente.


  2. Razones sobrenaturales:

    1. Era el más puro de los discípulos y «los puros verán a Dios».

    2. Ya conocía a Jesús glorificado porque lo había visto en la transfiguración (Jesús transfigurado es el mismo Jesús glorificado).
¿Reconocemos a Jesús en los demás? Muchas veces no es así. Esto es razón suficiente para darnos cuenta de que nuestros sentidos están atrofiados por el pecado y nos falta mucha pureza. Además nos falta meditación.

En todo caso, allí estará el Señor esperándonos en la orilla; caliente el pan y el pescado. ¡No importa que no lo reconozcamos, allí estará preparándonos el banquete! Incluso, si cuando nos llama estamos sin ropa (como Pedro), allí estará para alimentarnos.

Jesús se acerca del modo humano «muchachos, ¿tienen algo para comer?». Jesús entabla una conversación con los suyos, eso es oración. Dio se manifiesta en lo pequeño, al modo natural y al modo sobrenatural. ¡Jesús está con nosotros en el día a día! Incluso se preocupa por si ya comimos… es un papá.

¿Y María? ¿Qué tiene que ver esto con la Inmaculada? Si en algún momento de nuestra vida nos encontramos con «un jesús» y no alcanzamos a reconocer si es el Señor o no, podemos preguntarle a María. Ella nos dirá sin temor a equivocarse si es su hijo o no lo es. ¿No ves a Jesús, llevas toda la noche echando las redes sin conseguir nada y muchos te preguntan «muchachos, ¿tienen algo de comer?» y no sabes cuál de todos es el Señor? Pregúntale a María, ella te indicara a cual debes seguir.

¿Por qué digo esto? Porque muchos tratan de suplantar a Jesús.

Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.

Gabriel López

1 comentario:

Esteban Sánchez dijo...

Solo nos queda pedirle a la Reina Celestial, que nos enseñe a ser puros no con nuestras fuerzas sino con la fuerza y amor de esta querida Madre y allí sí que le podremos ver en realidad.

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