07 abril, 2010

7 de Abril de 2010. Lucas 24,13-35. (WT)

“Y comenzando por Moisés y continuando con todos los profetas, les interpretó en todas las Escrituras lo que se refería a él.” Nos das tu Palabra. “Y estando a la mesa, tomó el pan y pronunció la bendición; luego lo partió y se lo dio.” Nos das tu Cuerpo, Eucaristía.

Palabra y Eucarística: Liturgia de la Palabra y Liturgia Eucarística. ¡Y hasta me dices el objeto de ambas! “¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?” ¿Por qué no arde el mío cada vez que te escucho? ¿Puedo ser más torpe que estos? Ellos, acaso, estaban atolondrados por lo que acababa de pasar, y aunque no entendían su corazón ardía; pero 20 siglos después ¡nosotros ni entendemos ni ardemos! Anhelos todos de mi corazón ¡inflámense y desbórdense dese ahora hacia el Señor Jesús! ¡Oh Palabra eterna del Padre! ¡Arde siempre en el altar de mi corazón! ¡Quema mis entrañas! ¡Incendia lo íntimo de mi alma! Y así, ardiendo en esta Palabra y consumido de este amor pueda prender fuego al mundo entero.

“Entonces los ojos de los discípulos se abrieron y lo reconocieron, pero él había desaparecido de su vista.” ¡Ah, Misterio sublime! No sólo arder, sino reconocer. Pero ¿en qué consiste esto? ¿Cómo es que justo cuando te reconocen desapareces de su vista? ¿No es manifestarte lo que querías? Luego, ¿Por qué el amor se ocultaría? El juego del amor, diría P. Pío, el juego del amor. La realidad que esconde tu Sacramento trasciende los sentidos.

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