24 abril, 2010

Viernes 23 abril. Jn 6, 52-56 (GL)

"Quién come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré el último día". El alimento que Jesús nos ofrece tiene como consecuencia la vida eterna. No sólo es un alimento terreno sino eterno.

Sin embargo, no es posible comer y beber el cuerpo y la sangre de Jesús si no es en la bajo las especies Eucarísticas. Para el momento en que Jesús les expone esto no había instituido la Eucaristía y no estaba bajo las especies del pan y del vino. Seguramente si yo hubiera estado allí en ese momento hubiera preguntado con los judíos ¿cómo puede éste darnos a comer su cuerpo y a beber su sangre?

La vida eterna se consigue en la vida terrena. Las decisiones que tomemos en esta vida tienen consecuencias eternas. La fe, la caridad, las obras, todo, tiene consecuencias que se dilatan desde la vida presente hasta el momento en el que no estemos regidos por el Chronos.

Jesús habla de verdadera comida y de verdadera bebida, la cual nos da la verdadera vida. El alimento terreno nos da la vida terrena, el alimento eterno nos da la vida eterna, la que viene del Padre.

Todo por la Inmaculada, nada sin Ella

Gabriel López

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